Tema: Y si mañana muero.
Segundo lugar.
He repetido la misma rutina en las últimas noches con la esperanza de que tal vez en una mirada sencilla, se pueda cumplir la fantasía que tanto he soñado. Quizás tenga que ser un poco más natural cuando me acerco a ella; cuando se revela curiosa, y hace una extraña mueca con la boca y la mirada que exhibe su desconcierto, por verme formado en su caja saturada de compradores y carritos repletos de mandado, y pudiendo pagar en otro lugar, donde hay menos gente. A ella le es extraño porque siempre lo hago, me quedo con ella, en su caja, admirando como pasa los productos por el escáner infrarrojo.
- Señor, pueden cobrarle aquí a lado.
- No, está bien.
- Señor yo le cobro.
- No, está bien.
Oscuridad afuera, siempre oscuridad, liviana, pintada en los ríos de una lluvia lunar, sobre un frío sutil. Camino lento, no porque no tenga a donde llegar, si no porque no tengo como dormir… y cómo dormir un sueño que se sueña despierto.
El metro pasa lento en está ciudad rápida, y me detengo a mirarlo; aprecio el leve sonido de su canto abierto, callado, se le quiebra la voz de muerto y herido, y sigue su paso. El metro, el mismo de toda la pinché vida, crecí con él, ahora vivo en y atraves de él.
El tiempo juega conmigo, se sumerge en la telaraña de la lentitud rápida, acuchilla perniciosamente, y saboreo el deleite de un dolor vivo, real, y finalmente de las mismas y eternas lagrimas.
- Buenas noches, vuelva pronto.
No la quiero mirar a los ojos, tengo miedo, me cuestiono.
Es fresco.
Oscuro, siempre oscuro.
Quiero vivir desnudo en ese momento, brincar a las vías del metro y dormir sin preocupación, salir corriendo y gritar, sentir mi piel viva y sin telas, sin atavíos extras sobre el césped húmedo, y… a ella, a ella, quisiera decirle que le quiero de alguna manera… Hace días desperté otra vez solo, pero a diferencia de la soledad (Algo común), con la terrible idea de que moriría mañana. Por alguna extraña razón, me senté frente al metro, todas las noches a las diez, y espere la muerte, cuando daban las doce sentía el alivio de que seguiría viviendo. Entonces sentía ese alivio verdadero sobre los lagrimales secándose y ardiendo sobre caminos rojos.
Cuando comíamos quise decírselo, ella me miró.
- ¿Qué te pasa?
Y sentí la misma necesidad de decirle de mi cariño, y esos años de diferencia se hicieron bloques en su mirada.
- Nada. Nada.
Ahora me detengo todas las noches con la misma idea desesperada que no se ha podido hacer realidad. Y desde las diez de la noche contemplo las vías del metro con el mismo cántico, y con un chocolate Hershey y una soda. Alguien juega conmigo, si hoy debía morir, porque no sucede nada.
Esa mirada a terminado de revelar una idea distinta y difusa, sobre un paso tranquilo en la frescura de la noche, y los días idos, y el tiempo caminando con la sangre sobre sus pies descalzos… Y me cuestiono al verla.
- Son catorce pesos.
Cómo será el amor de una bizca, cómo será su mirada de cariño, cómo dirá te amo y se comerá tus ojos al hacer el amor… El sentimiento se ha ido, y me ha dejado libre una noche, y me atrevo a preguntarle.
- ¿Quieres tomar un café?
Hoy iré al metro.
Saúl Bautista.
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